miércoles, 25 de noviembre de 2009

En el camino


Uno más sacado de mi baúl digital de textos. La vida sigue. Y sólo queda caminar con ella. Caminemos. Espero que les agrade esto, amig@s lectores.
Manchas
de Omar Flores Sarabia

Cuando abrí los ojos no quería tocar tu piel. Cuando sentiste mis manos alejaste la cara. Cuando te recorrí noté aquel lunar, el lunar del recuerdo; y volvió la memoria, y el pasado imaginó un regreso.

Aquella noche traje una nube que marqué como lunar en tu cuello. La nube se deslizó con paciencia por tus cabellos, se sintió intimidada con tus cejas alargadas. Me sonrió, te sonrió y la observabas mientras callabas. La nube se sentó en tu hombro, la nube te escuchó cantar; la nube comenzó a soñar y decidió quedarse ahí para no viajar más.

La primer tarde que te desnudaste para mí, no me tocaste. La primer tarde que te vi, me prohibiste acariciarte. Te sentí a través del sol que nos espiaba por el orificio de la persiana. El sol corrió por tus piernas, surcó tus vellos y no quiso subir la cadera. El sol vio la luz en tu pelvis y quiso esconderse entre la cálida vegetación morena. El sol comenzó a dormitar hasta quedarse grabado, entonces decidió no brillar más.

La mañana en que decidiste que te irías, dejaste caer dos lágrimas, una de ellas no quería bajar, una de ellas temía dejarme y olvidar. Esa lágrima se secó entre tu ojo y nuestra mirada. La otra viajó por tu cara, sabiéndola blanca, débil y suave; pero se enteró de la nostalgia que creabas, notó la tristeza que guardaba en mis palabras. Así que decidió morir junto a tus labios, no te permitiría olvidar, quería que me recordaras.

Quisiera guardar nubes, destellos y lágrimas en mi piel. Quisiera grabar el pasado en mi cuerpo, y he llenado de tatuajes lo poco que tengo. Quisiera llenar de lunares mi cara, lunares que te evocaran. Quisiera que tus lunares me volvieran a encontrar, y quedarme con uno. Llevarme uno, grisáceo, pequeño, y acariciarlo, todas, alguna… o esta mañana